LA DISONANCIA COGNITIVA: CÓMO TE MANIPULAN

He decidido hacer un inciso en los pecados capitales para tratar más en profundidad la disonancia cognitiva, analizando el proceso que nos lleva a ser manipulados, autoengañarnos, o ambas cosas. Comienzo con la manipulación.

–   No quiero que me cambien. Prefiero morir siendo como soy.
–   Yo no puedo permitirme pensar así. Tengo una hermana.

Pita y Katniss en «los juegos del hambre». El primero prefiere morir a dejar de ser fiel a sí mismo. La segunda considera que su vida se debe a sus seres queridos, y en su afán de no fallarle a su hermana está dispuesta a sacrificar sus valores.

–   Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros (Groucho Marx).

Hay una gran diferencia entre decidir por ti mismo que quieres cambiar tu forma de ser porque sientes que no eres feliz siendo como eres, como dije en uno de mis artículos, y otra que te manipulen, no sólo en el entorno laboral, sino en muchas otras facetas de tu vida.

Quiero hacer un apunte respecto al artículo anterior y la anécdota que conté. No es sólo querer comerse la zanahoria lo que condicionaba a mi compañero, sino también la evaluación social (cómo me voy a ir si se quedan mis compañeros), y el paternalismo que utilizan muchas empresas para engañar a sus empleados (mamá empresa me cuida, me da de comer…). A otro antiguo compañero que decidió irse a otra consultora donde le pagaban mejor,  el responsable de RRHH le habló como si estuviera cometiendo una herejía:

– Ah, pero… ¿te vas por dinero?

La frase de «una empresa no es una ONG» se la he oído a más de una persona para justificar que ciertos empresarios sólo piensen en ganar dinero. Pero en cambio quieren que sus empleados trabajen como si estuvieran en una ONG. Qué curioso ¿no? La disonancia cognitiva resultante del conflicto entre el principio de «no quiero que me exploten» con la realidad de «me están explotando» se resuelve pensando que no te explotan, sino que estás haciendo lo mejor para la empresa porque la empresa quiere lo mejor para ti, por eso te «da» trabajo. Y mejor no enterarme de los beneficios que tienen porque el conflicto vuelve cuando veo que a mí no me suben el sueldo ni un miserable euro. La disonancia, por tanto, puede ser tan difícil de soportar que nos volvamos ciegos, tontos y sordomudos (que diría Shakira) para no ver aquello que nos hace entrar en conflicto.

El ejemplo se ve aún más claro en el caso de la violencia de género y el maltrato infantil. Entre nuestros principios comunes, por norma general, está el de pensar que nuestros seres queridos van a cuidar de nosotros, y nunca nos harán daño. Papá y mamá sólo quieren mi bien, pero resulta que papá ha tenido un mal día y me suelta un tortazo porque vierto el vaso de agua en la mesa. Y así día tras día, año tras año. El conflicto surge porque el niño cree que su padre le debe proteger, pero la realidad es otra. La disonancia la resuelve pensando que es un niño malo, torpe, inútil, y eso repercute en graves problemas de autoestima y dependencia paterna. El niño, incluso siendo ya un adulto, estará siempre buscando la aprobación de su padre.

En cuanto a la violencia de género, son muchos los factores que influyen en su desarrollo, como rasgos de personalidad y antecedentes de esa violencia en tu propia familia, pero también entra en juego la disonancia. Los maltratadores no lo suelen llevar escrito en la frente, más bien al contrario, al principio de la relación suelen ser encantadores, románticos, detallistas, te cuidan, te miman, te protegen… por lo que parecen unos «auténticos caballeros». La futura víctima se siente tan bien que cuando la cosa cambia y empieza el maltrato no se lo puede creer.

La disonancia surge porque ella sintió que él la protegía y que siempre iba a ser así, pero poco a poco el hombre va menospreciando lo que hace, socavando su autoestima (el maltrato suele ser al principio sólo psicológico) hasta que cuando siente el primer golpe se tropieza de bruces con esa realidad que le cuesta aceptar. Pero no puede ser. Él me quiere. Me lo ha demostrado un millón de veces. Ha cambiado. Debe ser mi culpa, me lo lleva diciendo mucho tiempo, si es que soy una inútil, no pienso en cómo se siente, sólo me preocupo por mí misma, soy una egoísta, no soy capaz de apreciar todo lo que hace por mí…. La disonancia la resuelve devaluándose a sí misma porque no quiere ver a ese ser que antes era tan maravilloso como el monstruo que es.

Revisa los conflictos internos que tienes y observa a tu alrededor quién o quiénes te los están provocando. Si los encuentras, trata de averiguar qué intereses les mueven. Así podrás buscar un remedio, plantarte ante ellos, hacerte valer, o alejarte. Y si no sabes cómo, vente a la consulta.

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