Piedras en la mochila: chantajes emocionales

Si no me importa que salgas por la noche, lo que pasa es que no me duermo hasta que no llegas porque estoy preocupada, no lo puedo evitar.

¿Os suena? ¿Recordáis vuestra adolescencia? ¿Habéis tenido una madre que en lugar de imponerse, te hacía sentir culpable porque “por tu culpa” no era capaz de conciliar el sueño? Las mamás han sido bastante especialistas en chantajes emocionales, sobre todo tiempo atrás cuando estaban plenamente dedicadas a sus hijos, pero no son las únicas. Veamos que dice un futuro maltratador a su novia:

 Si te digo estas cosas es porque te quiero, que tú no sabes cómo son los hombres, yo sí, así que por favor no te pongas esa minifalda, te lo digo por protegerte, sabes que eres lo más importante para mí…

En el ámbito laboral también tenemos ejemplos:

Estoy hasta arriba de trabajo, no puedo más, necesito que me eches una mano, a ti se te da tan bien, seguro que lo acabas enseguida…

Suele ocurrir en compañeros que se pasan el día sin hacer nada, se ponen en el último momento para hacer ver que echan horas, te piden ayuda, les sacas las castañas del fuego y luego son ellos quienes se cuelgan la medalla.

Pero el chantaje emocional empresarial va mucho más allá. Hace años, un amigo informático que decidió cambiarse de empresa fue a la suya a pedir el finiquito, le preguntaron por qué se iba y contestó que le ofrecían una categoría superior y por supuesto más salario. Y van y le sueltan esta «brillante» frase:

Pero… ¿cómo puedes irte por dinero?

Mi amigo, que no tenía pelos en la lengua, le contestó que por qué se cree entonces que trabaja, si por amor al arte. La frase puede parecer estúpida, pero tiene su sentido: haciendo ver al empleado que se «porta mal» con la empresa está haciéndole un chantaje emocional en toda regla. Está insinuándole que es un materialista, al igual que tu madre te está diciendo que eres un desconsiderado porque le impides dormir, y el novio celoso te acusa de no saber apreciar cómo se preocupa por ti. El mensaje subyacente es: «no eres buena persona porque no estás teniendo en cuenta mis sentimientos».

A la mayoría de nosotros nos cuesta tolerar que nos consideren malas personas. Por eso nos «cuelan» el chantaje emocional. No quiero parecer malo, luego accedo. Me quedo en casa y no salgo con amigos, adiós a mi vida social. Hago caso a mi pareja para que no se enfade y llegará un punto en que le molestará incluso que hable con un chimpancé. De ahí al maltrato físico hay un paso. No me voy de la empresa para no «fallarles», me quedo a hacer horas extras hasta que el estrés me haga pedir la baja, y entonces me echan sin ninguna consideración porque «no soy rentable». Menuda cara de idiota se me ha quedado.

Cuando quien nos hace el chantaje es alguien que sabemos que nos quiere de verdad (excluyo al novio celoso) podemos negociar, pero si no es así, no dejes que te manipulen. Piensa que quien lo hace se aprovecha de ti mientras tú hipotecas tu vida. Saca esa piedra de tu mochila: vas a seguir siendo una buena persona, y con menos peso sobre tus hombros.

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Piedras en la mochila: el miedo

Vamos con otro pedrusco que está en la base de casi todas los cantos señalados hasta ahora, (menos en las etiquetas). Miedo a sufrir, al fracaso, a defraudar:

A volver a sufrir por amor.
A defraudar a tu familiar por no seguir sus consejos.
A reconocer un error y que te vean como débil o fracasado (no querer renunciar a tu orgullo).
A dejar de ser” fiel a ti mismo» si cambias de forma de ser.

Hay un problema adicional al miedo: la racionalización. Y ahora me preguntaréis ¿qué es racionalizar? Según la RAE, la definición es “reducir a normas o conceptos racionales”. No es lo mismo que razonar, que (volvemos a la RAE) significa “ordenar y relacionar ideas para llegar a una conclusión”. La diferencia radica en que al reducir estás escogiendo de tu entorno aquello que te interesa para llegar a una conclusión que justifique tu comportamiento, mientras que ordenando y relacionando estás ajustándote mucho más a la realidad.

¿Y cómo y por qué se racionaliza el miedo? Con un ejemplo se ve claro, y volvemos al tema sentimental. Has tenido una pareja que te ha dejado un poco tocado emocionalmente hablando. Pasa el tiempo, se supone que tu herida se ha curado, pero aparece otra persona y le empiezas a encontrar pegas. Nariz demasiado ancha. Dientes mal colocados. Mal gusto eligiendo zapatos. Trabaja de comercial… huy seguro que me quiere engañar, que éstos son muy listos. Y si es psicólogo ya ni te cuento, me adivina el pensamiento y hace de mi lo que quiera… 😉

¿Qué estamos haciendo? Ni más ni menos que buscar una excusa para no volvernos a enamorar, porque nos da miedo sufrir de nuevo. Eso es racionalizar: me fijo sólo en lo que no me gusta de esa persona para así tener un motivo por el cual no arriesgarme a vivir una nueva relación.

Otro ejemplo es cuando aparece una buena oferta de trabajo y te lo piensas. Es que claro, me lo ha dicho mi amigo, voy recomendado por él, igual si fallo le cae una bronca si no rindo bien, me van a llamar enchufado, y además aquí llevo ya muchos años, mira que si luego no encajo y voy al paro… Aquí la racionalización puede ocurrir a la inversa: de repente tu jefe no te parece tan ogro, tu trabajo es menos tedioso y aunque ganes poco, total, llegas a fin de mes, y anda que no hay gente en el paro…

El miedo no es malo, es adaptativo. Si la jirafa no tuviera miedo, no saldría corriendo ante la presencia del león y moriría devorada por el mismo. Pero no por eso deja de ir al prado a procurarse su alimento. Sabe que tiene su instinto y unas patas muy largas para huir si percibe una amenaza. La forma de quitarte esa piedra llamada miedo es confiar en ti mismo, y en tu capacidad para hacer frente o buscar una salida si la cosa se pone mal. Es decir, en creerte que eres capaz de luchar y salir adelante.

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Piedras en la mochila: la familia… ¿bien, gracias?

  • ¿Cómo que vas a dejar tu trabajo para montar tu propio negocio? ¡Estás loco! ¿Sabes lo arriesgado que es eso?
  • ¿Dices que vas a dejarle? ¡Pero si es un buen hombre, trabajador, responsable, buena persona! ¡Cómo se te ocurre!
  • Necesito que me vuelvas a prestar dinero, no me lo puedes negar, soy tu hermano.
  • Ya sé que tienes tu propia familia, pero deberías pasar más tiempo con papá, está mayor y te necesita.

Puede parecer un tema polémico considerar que la propia familia te coloca piedras en la mochila, pero en mayor o menor medida, en unos hogares más que en otros ¿quién no ha tenido la sensación de que si no llega a hacer caso de sus padres, abuelos, hermanos, incluso primos, hubiera actuado de forma diferente en alguna que otra encrucijada de su vida?

En consulta he visto casos muy dramáticos de personas que siendo maltratadas y/o abusadas por familiares muy cercanos siguen teniendo cargo de conciencia si se alejan de ellos por su propia supervivencia. Intentan reconciliarse y tragan carros y carretas esperando que ese individuo, que en teoría tenía que quererles con el argumento de la genética común, cambie de actitud y pase de despreciarles a darles el cariño que tanto creen necesitar. Es tan fuerte el mito de «la familia siempre está de tu lado» que algunas personas no son capaces de ver que los están tratando mal y/o se están aprovechando de ellos y niegan la evidencia, culpándose a sí mismos si no los quieren. Pueden llegar a pasar por dificultades económicas por prestar dinero a un hermano que quiere darse un capricho, dejar de atender a su pareja por cuidar de sus padres y quedarse sin amigos porque en su casa consideran que «no son buenos para él/ella».

Sin llegar a esos extremos, podemos reconocer esa especie de Pepito Grillo que nuestros padres nos meten en la cabeza desde niños para que seamos responsables y no hagamos locuras tales como dejar un empleo fijo por convertirte en emprendedor o seguir con la misma pareja aunque no te sientas feliz. Me llama mucho la atención que, a pesar de que cuando hay una separación, la familia, por lo general, tira para «la sangre», y se ponen de parte de su familiar delante de su ex pareja, cuando hablan a solas con él/ella no dejan de criticar y echarle la culpa de la ruptura, a veces incluso cuando le han dejado, diciendo que si no le quieren es por su forma de ser.  Y eso duele… Si es cierto el refrán de «quien bien te quiere te hará llorar» probablemente hayan corrido ríos de lágrimas por la incomprensión familiar.

Dicen que donde hay confianza da asco ¿y dónde hay más? Con la familia, por supuesto. Vuelvo a las etiquetas: como te hayan colgado la de «irresponsable» «culo de mal asiento» «inconstante» o similar, vas listo. Te van a llover críticas por todos los lados, aunque tengas muy claro cómo enfocar tu futuro laboral y/o sentimental. Recuerda que tienes derecho a ser un bicho raro incluso para los más cercanos. Ellos no van a vivir tu vida, la vas a vivir tú. Nadie escarmienta en cabeza ajena, así que si te equivocas, es tu error, y tienes derecho a aprender de él.

Y si en tu infancia te lo han hecho pasar muy mal… pasa página. El pasado no cambia y las personas tampoco si no quieren hacerlo. Si has intentando hablar con quien te hizo daño y no quiere escucharte, no tengas cargo de conciencia por seguir adelante con tu vida: te lo mereces.

 Familia

Piedras en la mochila: heridas sentimentales (II)

Siempre me voy a enamorar
De quien de mi no se enamora,
Y es por eso que mi alma llora
 
Y ya no puedo más,
Siempre se repite la misma historia…

Sigo con canciones, que vienen al pelo para los temas del amor. Ahora nos encontramos con un Camilo Sesto que parece que no da una a derechas y salta de amor en amor sin ser correspondido. ¿Y por qué le pasa siempre lo mismo?

Los motivos mayoritarios por los que la gente acude a mi consulta son la ansiedad y todo lo relacionado con los asuntos sentimentales: porque tengo pareja o porque no la tengo, porque me dejó o porque no sé como dejarle, porque nos llevamos mal y no sabemos cómo solucionarlo, porque me quiero separar pero no lo hago por mis hijos, porque ni contigo ni sin ti… y dentro de los asuntos del corazón (que diría Igartiburu) es muy recurrente el miedo a la soledad.

Qué duro se hace soportar el vacío que deja una persona en tu casa, hacer café para ti solo, poner un único cubierto en la mesa, ir a comprar y pensar sólo en lo que tú necesitas, ver a otras parejas felices en la cola del cine o mirándose embobados en un restaurante. Que desolador regresar a casa del trabajo y no tener con quien intercambiar tus experiencias del día a día, compartir tus pensamientos, tus anécdotas, con quien desahogarte del c… de tu jefe o contarle los cotilleos de los compañeros. Qué triste sentarte a ver una serie o una película y no tener con quién comentar lo bien que trabaja ese actor o los fallos que tiene el guión. No lo puedo soportar…

Quererte a ti es conjugar
el verbo amar en soledad

hasta cuándo y hasta dónde
tengo que esperar que de mí te enamores

Y, como Ángela Carrasco, al final te enamoras del amor. De amor que tú sientes, no del que siente la otra persona. ¿Pero eso es amor? ¿O es miedo al vacío? Es miedo a la soledad: otra roca más en la mochila. ¿Y por qué temo a la soledad?

Un factor importante es que socialmente sigue viéndose (por lo general) como más feliz a la persona que tiene pareja y familia que al «single». Pero hay otra cuestión más crucial, y es que sientes que te falta algo que sólo lo puede llenar la otra persona, es decir, que buscas en una pareja lo que tú no tienes. ¿Te has preguntado qué te gusta de ese ser amado que no te corresponde? ¿Crees que si estuvieras con él/ella verías la vida de forma diferente? ¿Te has planteado tener pareja y/o familia como tu primer y único objetivo en tu vida, o tienes otras ilusiones más personales y que dependen más de ti? Porque por más que te empeñes no vas a conseguir que alguien se enamore de ti si esa persona no te quiere. Y vas a sufrir más luchando contra un imposible que aceptando la soledad.

Si vuelves a tener una decepción amorosa, párate y reflexiona antes de lanzarte a otros brazos. Quizá necesites pasarlo mal un tiempo y enfrentarte a la soledad para encontrar a ese ser humano con quien de verdad tengas una relación que te complemente y te llene en lugar de suponer una tirita para tus heridas. Y aunque te costara encontrarla, una cosa te aseguro vas a conseguir: aprender a aceptarte y a quererte a ti mismo/a tal cual eres.

Corazon

Piedras en la mochila: heridas sentimentales (I)

No me vuelvo a enamorar
me da miedo la tristeza
me hace daño hasta el llorar…
 
No me vuelvo a enamorar
ya no quiero que me mientan
que otra vez me hagan soñar
que otra vez yo me arrepienta…

Cuánta gente me habré encontrado en mi consulta (y fuera de ella) que ha entonado la famosa canción del «latin lover» Julio Iglesias una y otra vez. ¿Eres una de esas personas que consideras que el amor es una m… (con perdón) y que es mejor estar solo porque te han hecho mucho daño? Pues déjame que te diga una cosa: vas a ser de los primeros que vuelve a «caer» porque va con tu forma de ser. Y mejor así, porque si no lo haces, vas a ser toda tu vida un amargado.

Ahora bien, si sientes que tu corazón vuelve a latir por alguien, en lugar de enarbolar tus heridas para advertir a tu próxima pareja que has sufrido mucho y que eres muy sensible y que no te trate mal y bla bla bla piensa dos cosas:

– A lo mejor tu nuevo amor tiene heridas sentimentales tan o más grandes que las tuyas.
– Si has acumulado un fracaso sentimental tras otro ¿no te planteas que puedes tener parte de culpa? ¿O siempre te sientes una víctima?

Entre los supuestos «errores» que he escuchado en consulta (e insisto, también fuera de ella) me encuentro:

– Estoy cansado de darlo todo y que se aprovechen.
– Me entrego totalmente porque amo «de verdad» pero no me corresponden.
– Doy mucho y recibo muy poco.

Así que a partir de ahora voy a ser frío y calculador y al próximo que me encuentre no le voy a dar mi corazón a menos que me dé muestras claras de absoluta devoción por mi persona y me asegure que nunca me dejará ni me hará sufrir. Más que echarte una piedra en la mochila, te has colocado una armadura que pesa más que el acueducto de Segovia. Y que encima no te va a servir de nada, porque siempre hay un resquicio por donde se cuela la dichosa flechita de Cupido, y a tomar por saco todas tus protecciones.

¿Has probado en mirar hacia adentro de ti mismo en vez de hacia afuera? ¿Te has planteado si exiges demasiado a la otra persona? ¿Has pensado que su forma de ver la relación puede ser diferente de la tuya y no por eso quererte menos? Y, sobre todo ¿te has preguntado a ti mismo si lo que buscas en una pareja es algo que te falta a ti? Si la respuesta a esta pregunta es afirmativa, espera al siguiente artículo del blog, que esto del amor da para mucho…

Y si lo que te ocurre es que has tenido realmente mala suerte, que te ha tocado lidiar con un Julio Iglesias de la vida, pues que te quiten lo bailado, lo que viviste, lo viviste a tope y lo disfrutaste, forma parte de la historia de tu vida y aunque tuviera fecha de caducidad fue bonito mientras duró. Aprende de tus errores, y vuélvete a tirar a la piscina que cuánto más te mojes mejor nadas. ¡Que la vida son dos días!

Cupido