Reunión con amigos. Mayoría apabullante del género masculino. La única mujer lleva mucho rato soportando un chiste machista tras otro cuando de repente pregunta:
- ¿En qué se parece un hombre a una pizza?
- ¿En qué? -preguntan divertidos los maromos.
- En que lo llamas y en veinte minutos lo tienes calentito en la puerta de tu casa.
Utilizar un chiste para decir «ya está bien» es muy sano aunque pueda atacar a la otra persona (o al otro género, como en este caso). Pero si la ira va más allá de evitar que te falten al respeto, sólo genera malestar y mal rollo. Vamos con los ejemplos.
Del amor al odio…
Fases en una ruptura sentimental:
1. Algo no va bien (acuden a terapia)
Vamos a intentar arreglar lo nuestro, llevamos muchos años juntos, hay que intentarlo porque todavía nos queremos.
2. Esto no funciona
Por más que intento razonar no hay forma, sigue en las mismas, no quiere cambiar, no me entiende, no he parado de intentarlo y es imposible, la convivencia es insoportable. Pero aunque nos separemos vamos a comportarnos de forma civilizada e intentar quedar como amigos.
3. Se acabó (que diría María Jiménez)
No le conozco, no es la persona con la que he pasado tantos años, no era así… Aquí vienen las disputas, si hay hijos por los hijos, si hay bienes por los bienes, si hay pensión por la pensión, y si hay otra persona por la otra persona
4. Sed de venganza
Le odio, ojalá se muera (me han llegado a decir esto aunque parezca muy fuerte), me ha engañado, no está haciendo lo que prometió… La rabia se dispara cuando el/la ex no cumple las promesas económicas o de custodia de los hijos, o cuando vuelve a tener pareja. Y se convierte en ira cuando las personas de tu entorno, con toda su buena intención, le ponen verde porque creen que así se solidarizan contigo y te ayudan a superarlo.
Si quieres seguir con tu vida dejando atrás a tu ex, no alimentes el odio, porque como dije en el artículo anterior te enganchas más. Deja que tu rabia pase o hazla desaparecer poniendo emociones positivas en tu vida, saliendo, quedando con amigos pero no para desahogarte y darle vueltas y más vueltas a tu relación acabada, sino para divertirte. Disfruta de tus aficiones o créate nuevas y déjate mimar por tu familia, pidiéndoles que dejen de hablar de él/ella para que ocupe tu mente el menor tiempo posible. Sólo así cicatrizará tu herida, porque si sigues odiando, sigues sangrando.
Los enfados interminables
Hace poco vi un cartel en el Facebook que rezaba: “me he fijado que las personas prefieren dejar de hablarte, que disculparse por lo que hicieron mal…”. No puedo estar más de acuerdo, pero ¿por qué? ¿Por qué cuesta tanto pedir perdón?
Disculparse significa reconocer un error. Huy. Mierda. No soy perfecto. Me equivoco. Ay que me escuece la autoestima. Va a ser que no. La culpa entonces la tiene el otro que no me entiende, no me comprende. Es un miserable. No merece que le aprecie. Es más, se merece que le desprecie. Así se dará cuenta de lo mal que me ha tratado. O sea, como los niños pequeños: me enfado, no te ajunto y no respiro.
Enfadarse es asimismo algo natural cuando una persona hace algo que te molesta o te duele. Pero si mantienes el enfado con el objetivo de que la persona que te ha ofendido «recapacite», se disculpe y te dé la razón, estás utilizando la ira (de forma pasivo-agresiva), para imponerte. Pero, como comenté en el artículo anterior, así no convences, por tanto el conflicto volverá a surgir cuando la persona se canse de tus «morros» y se afiance en sus posiciones.
Piensa además que estando de «mala gaita» el más perjudicado eres tú. Por eso, habla con él/ella. Exprésale cómo te sientes, deja que dé sus razones e intenta acercar posturas. Y si no lo consigues tienes dos opciones:
– Si la persona que te ha agraviado te importa: pactad el no volver a sacar el tema objeto de conflicto. No se puede estar de acuerdo en todo.
– Si no te importa: con su pan se lo coma. Que siga con su vida que tú sigues con la tuya. No tenemos por qué llevarnos bien con todo el mundo. Si no te queda otra porque es familia política o un compañero de trabajo, me remito a lo anterior: no saques ese tema. Pero no mantengas el enfado, porque puedes poner a tu pareja entre la espada y la pared o perder tu empleo.
Resumiendo, la ira puede llevar a interpretar la vida como una guerra en la que hay que estar alerta por si te atacan, y eso a lo que te lleva es a un trastorno de ansiedad. Si creéis que estáis en esa situación, ya sabéis… aquí está la psicóloga.