LOS 7 PECADOS CAPITALES: LA LUJURIA (I)

Vamos con ese pecado que a tantos les gusta cometer (por eso ya anticipo que van a ser dos artículos), y con su definición de la RAE:

Deseo excesivo de placer sexual.

Y ahora os cuento dos escenas de película:

Un hombre y una mujer se acercan a un paso de peatones. Hay un botón. Lo aprietan los dos al mismo tiempo, sus dedos entran en contacto. Él la mira a ella. Sus ojos son oscuros. Sus pestañas espesas. Ella siente esa mirada como una cerilla que atraviesa sus enormes ojos azules para prenderse fuego al rozarse con sus entrañas. El paso se abre. Cruzan. Le mira. La mira… (Suavemente me mata, 2001)    

En una recepción una mujer francesa joven, morena, pelo corto, se acerca a un hombre maduro, elegante, estilizado, un auténtico caballero inglés. Me presento, soy la novia de su hijo. La mirada de ella es como un imán, él es incapaz de desviar su vista mientras intercambian unas palabras. Se hace el silencio. La mirada se mantiene. No puede escapar de su influjo. Alguien les interrumpe y ella se retira. Él sigue mirándola. Un poco más allá la mujer enciende un cigarrillo. El hombre siente que el tabaco no ha sido lo primero en arder. (Herida, 1992).

El actor británico Joseph Fiennes (Enemigo a las puertas, Shakespeare in love) y la actriz francesa Juliette Binoche (El paciente inglés, Chocolat) además de reflejar la sensualidad en su mirada, han sido capaces de transmitirla a la persona a la que acaban de conocer, emitiendo un magnetismo tal que no sólo invade su cuerpo, sino también su mente, despertando emociones y pulsiones antes desconocidas. Sus víctimas no son perros abandonados necesitados de amor, en ambos casos tienen pareja estable. Pero algo les atrapa. Les invade. Les hace perder la razón. La lujuria.

El deseo de satisfacción sexual puede llegar a ser tan poderoso que la obsesión por conseguirlo se convierta en adicción. Si, hablamos de los adictos al sexo. Como ocurre con las drogas y el alcohol, si lo practicas siendo muy joven lo haces por experimentar, pero si lo transformas en una tirita que tape otros problemas te vuelves dependiente. Por ejemplo, cuando quieres escapar de una relación insatisfactoria, o cuando sufres de ansiedad y necesitas un orgasmo para relajarte.

La lujuria puede llevarte también a prácticas peligrosas de sadismo y masoquismo. Personas muy dominantes acuden a burdeles para sentirse dominadas, como si de esta forma «expiaran» su culpa. Quienes acuden a los/las profesionales del sexo porque no son capaces de enamorarse o seducir tienen asimismo un problema: falta de autoestima y habilidades sociales. Y luego están los que prefieren pagar a molestarse en conquistar, y tratan a prostitutas y chaperos como si fueran el cubo de la basura.

Por otro lado, no sólo es la religión católica la que otorga a la lujuria la etiqueta de pecado para señalarla como algo ante lo que no hay que sucumbir. Otras religiones, como la musulmana, se empeñan en ocultar en las mujeres todo aquello que pueda provocar el deseo sexual en el hombre para poder someterlas. La lujuria es algo más que sexo. Es una herramienta para el poder, pero eso lo dejo para el siguiente artículo.

Quedaros ahora con que el sexo es sano siempre y cuando no lo utilices para escapar de tus problemas y respetes a la persona con quien lo practiques. Si la lujuria te lleva a la obsesión, te recomiendo que acudas a un profesional, no «de la calle» sino de la psicología. Los trastornos sexuales (y en estos incluyo todos los demás, no solo los relacionados directamente con la lujuria) suelen tener buen pronóstico y tratamiento breve. Lo más difícil es perder la vergüenza en contar lo que te ocurre. Pero es una pena que por unos momentos de apuro (muy pocos, los psicólogos sabemos cómo hacerte sentir cómodo/a enseguida) te pierdas una de las mayores fuentes de recompensa que tenemos los seres humanos ¿no te parece?

suavementememataherida

 

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