En una red social una amiga mía que estaba estudiando en los USA hablaba de una costumbre de allí. Al parecer, si una mujer queda con un hombre y deja que la invite, se sobreentiende que accede a tener relaciones con él. Si, en cambio, pagas a medias se interpreta que no estás por la labor. O sea, que al invitar a la fémina en cuestión la estás literalmente comprando. Pues menos mal que entre las cosas que hemos cogido prestadas a los estadounidenses no está el considerar a las mujeres como potenciales prostitutas.
Una ventaja sí tiene este tipo de intercambio: al menos queda claro en qué consiste, por lo que sabes a qué atenerte. Tienes la opción entonces de dejar claro desde un principio que esa no es la filosofía de tu país de origen, por lo que será necesario cambiar de diálogo para poder entenderse. Por ejemplo, comentarle al maromo de turno que en nuestra amada patria muchos hombres (y otros no, por suerte) se pasan la vida invitando y tratando a las mujeres como princesas en la espera de que un día sucumban a sus encantos. Supongo que bajo el punto de vista mercantilista el negocio no sale muy rentable a priori…
Pero ahora viene la segunda parte: una vez conseguido el objetivo, o bien nos quedamos en un «si te he visto no me acuerdo» (hablando en plata, prometer hasta meter), con lo cual se asume que el sexo sólo es beneficio para los hombres, y asumiendo que consiguen con eso algo de las mujeres, o nos vamos al altar y a partir de ese momento el príncipe se convierte en rana y espera recuperar su inversión teniendo a una esposa que limpie, cocine, barra, friegue, se encargue de los niños y que, en definitiva, pase de princesa a sirviente doncella. Así pues ¿en qué consiste, visto así, el amor? En pura mercancía.
La vertiente femenina estereotipada, suele ser darle al típico presumido aquello que busca: admiración. Se ríe de chistes estúpidos, le ensalza delante de amigos y familia, presume de su «hombre», como si considerara un mérito haberle «conquistado», e incluso se muestra como mucho más tonta y estúpida para que él se sienta el macho dominante. Más inversión para conseguir beneficio: ya tengo alguien que «cuide de mí» y me dé hijos. Tengo mi familia perfecta, la que retraté en el anterior artículo. Seguimos con el intercambio de bienes y servicios.
Pero esto no es sólo cosa de la pareja. Alguien que a priori parece súper generoso en realidad puede ser el mayor de los avaros. Seguro que más de uno de vosotros ha tenido algún amigo de esos que te invitan a todo, que te tratan como a un rey/reina, se enfada si intentas pagar, y de repente, de la noche a la mañana, se vuelve roñoso y espera a que seas tú quien invite. Aquí han podido ocurrir dos cosas: o bien ese «amigo» vio en ti una inversión, pensando que si te agasajaba luego se lo ibas a devolver con creces, dejándolo todo en lo meramente económico, o bien lo que buscaba era tu sumisión incondicional. Es decir, que estuvieras pendiente día y noche de lo que le ocurriera, que le apoyaras al 100% en todo lo que hiciera, que estuvieras de acuerdo con sus posturas aunque implicara renunciar a tus propios principios, y que fueras capaz de sacrificarte por satisfacerle. Aquí tenemos a un avaricioso del cariño.
¿Os acordáis de cuando hablaba del chantaje emocional del caso del amigo que ha roto con su pareja y quiere que estés con él aún a costa de sacrificar tu propia vida conyugal? Sería un ejemplo de lo anterior. Pero hay más. Los podéis ver también en el trabajo: ese compañero que va a por tu café, que come contigo, que te invita a cañas de vez en cuando, que te dice qué bueno eres y qué bien lo haces… mira a ver si oculta una mano tras su espalda no sea que tenga un puñal dispuesto a usar para quedar bien delante del jefe. Está utilizando el cariño en su propio beneficio. Es muy probable que esté cerca tuyo para adueñarse de tus ideas y apropiárselas. Avaricia pura y dura, porque lo que quiere es ascender y ganar más dinero.
¿Cómo detectamos si nos están comprando con cariño? En el tema de las relaciones sentimentales parece bastante claro: son reglas sociales muy trilladas que se detectan a las primeras de cambio. Tú decides si esa va a ser tu forma de vida o prefieres otra, en tal caso, no entres en el juego, piensa que una pareja no es un negocio, si no hay sinceridad e igualdad es complicado ser feliz a largo plazo. Con compañeros de trabajo y los amigos puede ser más complicado, sobre todo si te pillan en un momento «bajo» en que estás necesitado de comprensión y afecto, porque esa susceptibilidad puede hacer que caigas en la trampa.
Una señal inequívoca de que te intentan manipular, aparte de la generosidad económica, es la alabanza: valoran tus cualidades en demasía, por encima de lo que tú crees que vales o de lo que te ha comentado gente de tu total confianza. Y otra, la incoherencia: te digo que vales mucho y eres «la leche» pero no tengo en cuenta tus opiniones y te escucho sólo cuando dices aquello que concuerda conmigo, lo demás no me interesa. Alerta roja si en algún momento sientes que en determinadas ocasiones te vuelves transparente, dejas de existir, para esa persona que la mayoría del tiempo parece tenerte en un pedestal.
Tened en cuenta estas señales para no caer en las garras de un avaricioso, porque si además estás con otros problemas, en lugar de ayudarte te hundirán más. Si algo de esa persona no «os cuadra» extremad las precauciones. Y si a pesar de todo caéis, os ayudará mucho a salir confiar en los que sabéis que os quieren de verdad.